Mi Fibromialgia en Berlín

Podría empezar contando el dolor que me ha provocado la Fibromialgia en este viaje.

Contar los momentos en los que pensaba que no podía más, o lo cansada que acababa cada día, por culpa de la Fibromialgia.

Pero no, no voy a hacer una entrada triste.

Porque lo que yo he vivido en los 8 días, que ha durado el viaje, es un relato de sueños cumplidos, de ilusiones, de esperanzas, de fotos, de compras, y de risas.

Sobre todo de risas.

Soy pesada, lo sé. Y mi Fibromialgia, también.

Llevo desde no sé cuándo, hablando del viaje de nuestras vidas, nuestro gran viaje a Berlín y Londres.

También os he hablado hasta el aburrimiento del 18 cumpleaños de Emma.

Por no nombrar, la paliza que os he dado todo el verano con la de horas que he trabajado, y las consecuencias que esto me ha conllevado en mi Fibromialgia.

Se acabó

Vamos a cambiar de tema, ya que el viaje ya está hecho, ya hemos vuelto a nuestra casa, a nuestra querida Alicante.

Y ha llegado el momento de contaros cómo ha sido ese gran viaje.

Os adelante que ha sido, en dos palabras, im-presionante

Preparadas para salir, amiga Fibromialgia, nos vamos

Nuestro vuelo a Berlín era a las 7´30 de la mañana, y nosotras que somos muy previsoras, y mi madre, muy exagerada, nos levantamos antes de las 4 de la madrugada, por si acaso.

Ya sabéis, los típicos, ¿y sí hay tráfico?(repito las 4 de la mañana); o ¿y si hay un problema en el aeropuerto? (mi madre aún no se fía de los billetes electrónicos, y tanta tecnología)

Total, que mucho antes de las 5 ya estábamos allí. ¿Para qué quieres estar 2 horas antes en el aeropuerto, si puedes estar 3?

Pues eso, mi madre más tranquila, con sus billetes impresos en papel, por si acaso, y 3 horas antes de que saliera nuestro vuelo, ya estábamos allí.

Con mucha ilusión, sí, y nervios también. Y con sueño, mucho sueño.

Imagino que os pasará a muchos, la noche antes de un viaje, yo no duermo mucho. Así que, empiezo el viaje acumulando cansancio.

Berlín
Nos vamos!!!

Berlín, primer destino

Un vuelo tranquilo, no estábamos sentadas juntas, ellas dos muy cerca una de otra en la parte delantera del avión, y yo atrás, en la última fila, eso sí, sola.

Hice el viaje sumida en mis pensamientos, repasando todo lo que nos esperaba en los próximos días; y recordando también, todo lo que me había traído aquí.

Son tantas cosas.

Si bien, como es habitual en mí, elijo quedarme con el presente, y dejar que el pasado siga ahí, detrás, sin hacer ruido ni molestar. Y recordar que soy como soy, por lo que he vivido.

Pero no os quiero aburrir, sigamos.

Emocionadas al máximo, aterrizamos en Berlín.

Y en el primer control de pasaportes, me llama una mujer de la policía alemana, que me aparte y me dirija a una especie de probador de tienda.

Mi hija y mi madre, han pasado delante de mí, sin problemas y las veo reírse al otro lado….cría cuervos.

La policía, con cara de pocos amigos, la verdad, me dice que abra el bolso, o al menos eso es lo que yo entiendo, porque claro, habla aleman.

Y entiendo, por sus gesto, que me va a hacer un control anti drogas.

A mí, que ni fumo, ni he probado nada ilegal en mi puñetera vida; pues sí, un control anti drogas.

Control anti drogas y Fibromialgia

Lo peor, es que, no sé aún el motivo, por mi cabeza pasa un pensamiento, fugaz, sí, pero un pensamiento. «llevo un impresionante alijo de medicamentos encima», (hipnóticos, derivados de opiáceos, antidepresivos, ansiolíticos….).

Con su informe médico y receta correspondientes, pero alijo, al fin y al cabo.

La mujer policía, a la que cada vez le veo la cara más cuadrada y de peor humor, me pasa un papelito sujeto a un palo, por el bolso, repitiendo la operación, por la bolsa de mi máquina de dormir, por la cintura, y hasta por el móvil. Y los va introduciendo en una máquina.

Sabía que iba a dar negativo, por supuesto, pero por otra décima de segundo, mi cabecita loca se desboca….¿darán positivo las pastillas?¿voy a acabar en una cárcel alemana?…..loca cabecita, repito.

Como era de esperar, todos los papelitos dieron negativo, y pude continuar mi camino, pero la verdad, es que pasé un mal rato. Yo me veía en la cárcel, sin poder comunicarme con nadie, para explicarles que tengo Fibromialgia.

Hotel con sorpresa

Tras deambular un rato por el aeropuerto de Tegel, (mi hija domina el inglés a la perfección, pero la extraescolar de Alemán de un curso, no da para mucho) intentando localizar el autobús que nos llevara a nuestro destino, lo conseguimos, llegamos al hotel en Berlin.

Antes de seguir, os cuento algo, este viaje lo buscó Emma, a través de una web de viajes, Airhopping, entre las dos elegimos las ciudades. Pero su explicación para elegir ésta página fue la siguiente: «Mamá, antiguamente vosotros viajabais en tren, interraíl cuándo erais jóvenes; ahora, los jóvenes nos movemos con Airhopping».

Fijaros la de veces que me ofendió con una sola frase. Repito…cría cuervos.

Yo confío en ella, y a pesar de lo económico del viaje, pensé ¿qué puede salir mal?. Ahora bien, mi madre, a sus 74 años, pensó «va a ser un puñetero desastre, veremos si no nos estafan».

Vamos, vamos a la sorpresa, veras que contenta se pone la Fibromialgia

Nos registramos en el hotel, no sin dificultad, ya que la recepcionista no hablaba fluidamente inglés.

Camino al ascensor, mi hija dice, «no sé qué me ha dicho de que la habitación está en el ático, y un piso más».

Habitación 537.

Ascensor 1…2…3…4 plantas, no hay más botones.

Bueno, da igual, ¡estamos en Berlín!

Efectivamente, el botón del 4 te llevaba al 4 piso, y a nuestra derecha las escaleras seguían subiendo.

Estábamos alojadas en el ático, precioso, con su balconcito, una habitación muy grande, la verdad, enorme. Pero había que subir un piso andando.

Vaya tontería, pensaréis.

Pues pensadlo después de haber andado 20 km en un día, con Fibromialgia, que llegas al hotel con ganas de llorar, de volverte a casa, o de encerrarte y no salir jamás.

Y tienes que subir 1 piso, con sus 27 escalones, para llegar a la habitación.

Paseando por la ciudad. Primer día

Con toda la emoción del mundo, revisamos la habitación, nos encanta, el barrio parece muy tranquilo, no hay tráfico, y además nuestra habitación da al patio, así que cero ruidos.

Entre una cosa y otra, nos hemos plantado a medio día, así que, nos lanzamos a la calle, a pasear, a ver la ciudad, y a buscar un lugar donde comer.

Ya lo teníamos localizado, Curry at the Wall, o lo que es lo mismo, Curry en el Muro.

Ir a Berlín y no comer salchichas es un delito; así que nuestra primera parada, era para comer currywurst.

Fibromialgia en Berlín
Currywrust

Espectacular es la palabra, llena de grasa y colesterol, sí, pero buenísima, la salsa hecha con tomate, y curry está muy, muy buena.

Con el estómago lleno, empezábamos nuestro recorrido por las calles de la ciudad, y una frase repetíamos cada pocos minutos, «Que amplio todo»

No sé, si los que habéis visitado Berlín, pensáis lo mismo, pero a mí, bueno a nosotras, nos ha parecido una ciudad preciosa, amplia, espaciosa.

Y silenciosa.

Muy silenciosa.

Quizás fuera porque estamos en agosto, pero poco a poco, fuimos descubriendo que no había nadie en la calle. Es verdad, tan sólo se veían grupos de turistas aquí y allá.

Daba igual la hora del día, nadie.

¡Y me encantaba!

Sí, así es, me encantaba la tranquilidad, el silencio, las calles vacías.

Facultad de derecho. Universidad Humboldt, Berlín
Facultad de Derecho, Universidad Humboldt, Berlín

Ya sé, que soy rara, o quizás sea, que me hago mayor.

Pero me gusta.

Fibromialgia, vértigo, altura, ascensor….mala combinación

Como os he comentado, teníamos todo el viaje programado, entradas y tikets sacados con anterioridad, algunos hace meses.

La primera parada prevista, la Fernsehturm de Berlín, o la Torre de Televisión, para que nos entendamos.

Con un mirador situado a poco más de 200 metros de altura, la vista, sin lugar a dudas es espectacular.

A 200 metros de altura….. ¡¡¡¡200 metros!!!!

Subes en un ascensor con el techo de cristal, para que veas y sientas la velocidad, y sinceramente; según iba subiendo yo, me iba mareando.

De forma, que cuando paró, yo ya iba borracha, me costaba andar en línea recta.

Las vistas preciosas, lo admito, pero entre en mis esfuerzos por no mirar hacia abajo, el mareo que no me dejaba andar derecho, y las manos extendidas, porque parece que así siento el suelo; era un espectáculo verme circular por el mirador.

¿Y para qué subes? os preguntaréis, pues sencillo, porque soy así de tonta; y pienso: «es la primera vez que vengo, y no sé si volveré, así que hay que aprovecharlo todo».

A ras de suelo de nuevo

Tras la aventura en las alturas, decidimos seguir paseando, así pasamos por la Catedral de Berlín, una perfecta obra de arte, aunque no tan antigua cómo querían aparentar. La acabaron a principios del siglo XX, pero la verdad es que parece salida de otra época.

De ahí, nuestros pasos nos llevaron a la plaza Gendarmenmarkt, y la frase se repetía constantemente: «qué amplio es todo»

Igualmente, nos resultaba curioso que no hubiera gente en la calle, ya veis las fotos, casi vacío.

Arriba os he puesto fotos de dos días distintos, uno por la mañana y otro por la tarde, y la cosa no varia mucho.

Acabamos el primer día

Mi Fibromialgia y yo, cansadas la verdad, apenas he dormido la noche anterior, sí, he pasado mucho tiempo sentada, (aeropuerto, avión, autobús), pero así y todo, son muchas horas activa.

Volver al hotel se hace complicado, pero esta es una entrada positiva, y de este primer día, de la vuelta al hotel, me quedo con las risas, con la cara de felicidad de mi madre ante cualquier edificio, monumento, plaza, con la sonrisa de Emma, cada vez que yo le decía «¡estamos en Berlín!»

Sólo llevamos un día de viaje, y ya he perdido la cuenta de los #ViviendoMomentos que he acumulado.

Recorriendo la Historia

Jueves 22 de Agosto, para que os hagáis una idea, sólo diré que según mi móvil, ese día andamos casi 20km; 19´7km.

Según el de Emma 18km.

Sea cual sea la correcta, son muchos kilómetros, muchísimos para alguien con Fibromialgia, no obstante, ahí están, los he andado.

Pasamos casi toda la mañana en un fantástico tour a pie por la ciudad, recordando su historia del pasado siglo.

No voy a entrar en detalles, tan sólo puedo decir, que me sobrecogió en muchos momentos.

El recorrido por la II Guerra Mundial, y por la Alemania dividida, la Alemania de El Muro, fue espectacular. Un itinerario, que al menos a mí, me hizo reflexionar sobre la enfermedad, los pacientes, la salud. En definitiva sobre la vida.

El día, dio para mucho, por la tarde aún nos quedaba un paseo en barco por el rio Spree, y la visita al Parlamento, en concreto a la Cúpula del Reichstag.

De nuevo en las alturas, de nuevo mareada.

Del parlamento, Reichstag, sólo se accede a la llamativa Cúpula. Una vez dentro de ella, subes andando en espiral, pegado a la pared de cristal, y desde arriba, si te asomas, puedes ver el interior del edificio, los asientos, desde donde gobiernan el país.

Nuevamente, repito, valió la pena el mareo, el vértigo.

Un último paseo por la ciudad, nos llevaba de camino a la habitación, a descansar por fin; y repetíamos las mismas frases «Qué amplio todo»

Altes Museum (museo antiguo) y Berliner Dom (Catedral de Berlín)

Un descanso por favor, mi Fibromialgia y yo lo necesitamos

Tal cómo os conté en otras entradas, en las que también hablo de viajes, yo lo programo todo; sí, lo sé, soy un poco cuadriculada, y no me gustan los cambios.

Este viaje no iba a ser menos, lo teníamos todo programado, pero claro, a veces algo falla, un horario se retrasa, se alarga, y toca reorganizar.

Los dos primeros días en Berlín no fueron como habíamos planeado, en el sentido que, habíamos contado con estar en la habitación, descansando, cada día después de comer, durante un par de horas, para que sobre todo yo, recuperara fuerzas y energías y controlar así la Fibromialgia y el Dolor Crónico, (y mi madre, que por muy bien que se conserve, -la tendríais que conocer, que chute de vida y energía-, tiene casi 75 años; y Emma, a pesar de sus estrenados 18, es duro aguantar 8 días seguidos este ritmo)

Lo que cambió, fue que no realizamos ese descanso; el día de la llegada, porque con la ilusión y las ganas de empezar, dejamos las maletas, y en menos de 1 hora, estábamos andando ya; y el segundo día, porque la ruta de la mañana se alargó demasiado; al acabar tuvimos que buscar un sitio donde comer, y se nos echaba encima la hora de otras visitas que teníamos reservadas, así que no tampoco fuimos a descansar.

Nos quedaban 6 días por delante, y al 2º ya estábamos cansadas, de manera, que les propuse un cambio, y así «engañar» a mi Fibromialgia.

Al día siguiente, en lugar de madrugar mucho para hacer una excursión que se prolongaría todo el día, y que nos dejaría exhaustas. En lugar de esto, les propuse levantarnos tranquilamente y salir a seguir descubriendo la ciudad, ir de tiendas, comer tranquilamente y después, hacer el descanso que yo tanto necesito.

Fue un plan acogido con entusiasmo, mi madre, porque así yo descansaría, y mi hija porque yo había pronunciado la palabra mágica «tiendas».

Y así discurrió el día, entre grandes y amplias avenidas, grandiosos edificios, y tiendas. Muchas tiendas.

En Berlín no hace calor

Eso nos decía todo el mundo, incluso la previsión del tiempo.

En Agosto en Berlín no hace calor.

Tampoco lo hacía en Zaragoza

No obstante, no es el mismo calor, en primer lugar, es seco, no como en Alicante, y en segundo lugar, el sol no da tan fuerte, no hace tanto calor, «no pica».

No sé si me explico, aquí, en Alicante, a 25º hace calor, y sudas, y a 30º buscas desesperadamente una sombra, y a no ser que sea a playa o piscina, (o un lugar con aire acondicionado) te piensas salir a la calle.

En cambio, en Berlín, a 24-25º, yo iba bien con mi pañuelo al cuello, y a 30º se podía caminar perfectamente, se podía estar en la calle, pasear, andar tranquilamente, y esto, nos llamaba mucho la atención.

Precisamente eso es lo que hicimos nuestro cuarto día en la ciudad, una excursión, de nuevo kilómetros y kilómetros andando.

Potsdam

Cuarto y último día de nuestra estancia en Berlín; tocaba excursión a Potsdam.

Hicimos una ruta preciosa, visitando no sólo el famoso Palacio de Sanssouci, ya que durante el recorrido paramos también en el Palacio Celelienhof, en Postdam, en el Puente de los Espías y el Bosque Real.

¡¡Qúe bonito todo!!

Claro que, ¡¡Qué cansancio!!

Otro día de 18km, a lo que hay que añadir los más de 100 escalones que hay que subir para llegar al Palacio Sanssouci.

Pero los subí, uno detrás de otro, a mi ritmo, aunque sin parar.

Recuerdo que sólo miraba al suelo y contaba.

Contaba escalones, y contaba los últimos años de mi vida.

Y a cada escalón dejaba atrás un problema, una preocupación, un miedo. Para acercarme cada vez más, a la vida.

A una vida feliz, plena, relajada y tranquila.

Un escalón más lejos, un escalón más cerca.

Poco a poco pero #SiempreAdelante, ascendía, y lo logré.

Logré subir, y al llegar arriba, será por las endorfinas, la ilusión, o quizás la locura. Me sentía feliz.

Qué tontería ¿verdad?, pero así me sentía.

Con ganas de reír, de llorar, de gritar, que estoy viva, y lo he conseguido.

Soy yo, la mujer que quiero ser, la que me gusta y de la que estoy orgullosa.

Tengo Fibromialgia, sí, y dolor crónico también; pero eso no es nada si lo comparo con todo lo que tengo en mi vida. Mi hija, mi madre, mi chico, mi trabajo, mi piso……pero sobre todo, tengo lo que quiero a mi alrededor, a las personas que adoro, las que me aportan y hacen cada día más bonito mi mundo.

A pesar,que, a menudo, como dice mi buena amiga Yolanda, @yordonezr, haya que «estrujar la esponja», para seguir quitándose cosas de encima.

Nos despedimos de Berlín

Han pasado los 4 días, y mañana, otra vez muy temprano, volamos a Londres.

Queda mucho por contar, en Berlín hemos vivido momentos maravillosos, inolvidables, aunque os tengo que contar que para hacer esta entrada, he tenido que ir mirando las fotos, su cronología, para saber el orden correcto.

Pero por supuesto que da igual que yo no recuerde qué día, a qué hora, o en qué lugar descubrimos la que posiblemente sea la mejor pizzería del mundo; lo que sí recuerdo, son las risas porque el lugar era tan cutre que no nos atrevíamos a entrar, pero teníamos prisa y no nos lo pensamos.

Me quedo con eso con los recuerdos vividos, que prometo seguir contando.

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