No me acostumbro

No me acostumbro, por muy asumida que tenga la Fibromialgia, por muy aceptada y adaptada a ella, cuando llega una crisis, no me acostumbro.

Ya sabéis que son muchos años de Fibromialgia, de Dolor Crónico, sabéis que he pasado por todas las etapas posibles, hasta aceptar la enfermedad; hasta conseguir adaptarme a ella, y vivir lo que yo llamo, «mi vida normal».

Son muchos años, sí, pero cuando llega una crisis de dolor y de fatiga; a la que poco a poco se van uniendo más síntomas y problemas, como la ansiedad, brote del SII, aumento de los problemas de sueño.

Cuando llega una crisis así, es realmente complejo mantener el espíritu alegre y optimista; positivo y vital que me caracteriza.

Cada crisis, un reto.

Es difícil puesto que por unos días, (espero que sólo sean días), mi mundo se para, se frena en seco, y cualquier actividad se convierte en un reto a superar.

Un reto de dolor, un reto que me lleva al límite. Porque, sí; estoy atravesando una crisis, pero la vida sigue, la vida continua, la vida me pasa por encima.

Y yo no puedo.

No puedo seguir el ritmo.

Me permito gritar, llorar, patalear, porque me duele, sí me duele.
No pasa nada por no poder, también tenemos derecho a gritar, a llorar, a patalear.

Aunque esté obligada a hacerlo, y esto lo complica todo. Dado que sí, tengo Fibromialgia, Dolor Crónico; pero también tengo un trabajo, un alquiler que pagar, una hija…. tengo una vida.

Así que ante una crisis, sólo puedo, respirar profundo, y seguir.

Seguir adelante, fingiendo, sí, fingiendo.

En el trabajo, para que no se den cuenta y no poner en peligro mi empleo; en casa, para no preocupar a mi hija ni a mi madre.

Suena duro, ¿verdad?

Fingir cuando sólo quieres llorar, apagar el mundo un ratito y desaparecer.

Crisis de dolor y fatiga.

Estas crisis de dolor, de fatiga, son habituales cuando vives con Fibromialgia, y significan que el Dolor Crónico que sufro día a día, se ve incrementado de manera bestial, sin motivo aparente, al mismo tiempo que te invade un agotamiento que te impide a veces hasta moverte.

Las crisis son así, sin motivo, no necesitan una causa, simplemente aparecen y se quedan el tiempo que consideren necesario.

Dolor por crisis versus dolor por sobreesfuerzo

Es distinto a cuando hago un sobreesfuerzo, por ejemplo, no sé si conté que hace poco tuve que comprar parafina para mi estufa, (aunque no os lo creáis, en Alicante también hace frio, pocos días, pero hace), no encontré nadie dispuesto a ayudarme, y tampoco encontré bidones más pequeños.

Tuve que cargar con un bidón de 20 litros, desde el coche hasta mi casa, unos 50 metros, y subir 2 pisos, sin ascensor. Esto es un sobreesfuerzo brutal, y en consecuencia, los brazos y la cadera me dolieron más de lo habitual durante días.

Causa = efecto.

Sobreesfuerzo = más dolor.

Pero las crisis no tienen una causa, simplemente un día el dolor se incrementa, y pasa de estar en un 6/10, a un 9/10, y digo nueve, porque sé que siempre puede llegar a ser más fuerte.

No encuentras el motivo, porque no lo hay, sencillamente duele más.

Lo mismo ocurre con el agotamiento, con la fatiga.

Con Fibromialgia, al menos en mi caso, la fatiga que produce, o que se genera tras un mínimo esfuerzo, se supera con descanso; así por ejemplo, yo, cuando llego a casa después de trabajar (3 horas), necesito tumbarme y descansar, después de comer y recoger, igual, necesito descanso.

Cuando sufres una crisis, esa fatiga, ese agotamiento, no se alivia con descanso, ni se debe, a haber estado activa; es sólo que te levantas cansada, te cuesta moverte, y así estas durante todo el día.

Cualquier mínimo esfuerzo supone un handicap, por ejemplo, y mirad que voy a poner una actividad liviana y simple; comer, llevarte la cuchara a la boca en repetidas ocasiones es agotador, no tengo fuerzas para mover el brazo.

Las crisis siempre pasan
Siempre Adelante

Y con la crisis, llega también el temido bajón anímico

Esto señoras y señores es una crisis de mi amiga Fibromialgia, una explosión de síntomas que acaba por minar el ánimo de cualquiera, por muy positivo que sea, y a mi me ocurre, al final, acabo con un gran bajón anímico.

Bajón que me permito; claro que me lo permito, porque es muy duro lidiar día tras día con una enfermedad crónica, tan compleja, con tantos síntomas y síndromes asociados; una enfermedad que me produce Dolor Crónico las 24 horas del día, que me limita en mi vida diaria.

Me permito estar mal, me permito llorar, gritar, patalear, porque yo no quiero estar enferma, son muchos años ya y no hay, ni habrá de momento solución.

Me concedo permiso para estar mal, porque sé que sólo es una crisis, como las muchas que he pasado en estos 17 años; y al igual que las anteriores sé que acabará, y volveré a «mi vida normal».

Como en tantísimas otras ocasiones, la crisis pasará, y volveré a sentirme vital, fuerte, optimista, volveré a sentirme plena.

Y seguiré izando mi bandera de #SiempreAdelante, porque no pienso rendirme, eso nunca.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *